PREGÓN POR EL DÍA DE LA BIBLIOTECA
(Voz de la alumna Andrea López Soto 4º ESO B)
La sin
cuento
No quería ser princesa, no quería
ser liberada por el príncipe azul. Tampoco que el beso de un Príncipe la
devolviera a la vida; ni que la salvara de la explotación infantil, no quería
esconderse en la casa de los siete enanitos y ser su criada hasta que un
príncipe la viniese a rescatar. No era capaz de renunciar a su voz por el amor
de un muchacho; ni esperaba que San Jorge la salvara del dragón. Nobles
princesas condenadas a dormir o al silencio, por orden de una madrastra, de un
padre o de un hada buena.
Y se calzó sus zapatos rojos y huyó
de su cuento, corrió y corrió buscando refugio, convirtiéndose en una sin
cuento. Era una sin libro, una sin papeles, no la querían en ninguna parte.
En una cáscara de nuez navegó por el
Mar de las Letras, y naufragó. Nadaba contracorriente, fuertes olas de frases
la ahogaban, y cuando se dio por vencida y se abandonó a su suerte, de repente,
la salvó la capitana Pippi Långstrump, una niña libre, generosa, que nunca se
aburría, que se atrevía a cuestionar el razonamiento de los adultos. Acompañada
por Matilda navegaban por el mar de las letras para rescatar a todos aquellos
personajes que se aventuraban a cruzar el mar buscando un cuento mejor.
Heroínas con fuerte sentido de la justicia y del deber de proteger a los más
débiles.
Finalmente, después de muchas
tribulaciones llegaron a puerto seguro, el Puerto de la Biblioteca, el Paraíso
del que le había hablado Borges. Un lugar lleno de tesoros hundidos, como le
había dicho Virginia Woolf; una nave espacial que la llevaría a los puntos más
lejanos del universo; una máquina del tiempo que la transportaría al pasado
lejano y al lejano futuro; una salida a una vida mejor, más feliz y más útil,
como le explicó Isaac Asimov. Un lugar donde no necesitaba ser princesa para
ser la protagonista de todos los cuentos.
Larga vida a las bibliotecas,
refugio de todos, también de los sin cuento, de los sin libro, de los sin
papeles, de las niñas que no quieren ser princesas y de los niños que no
quieren ser héroes. Larga vida a los bibliotecarios y bibliotecarias,
guardianes del Paraíso, de máquinas del tiempo y de grandes tesoros como son
los libros.
Gemma
Pasqual
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